15 de enero de 2013

Secretos en llamas.

¡Hola holita! Estoy de nuevo por aquí para deciros que ando un poco liada en casa y a penas puedo leer y tener el blog lo bastante actualizado como me gustaría, así que para que no penséis que os he abandonado, haré entradas sueltas. 
Lo que os traigo hoy es uno de MIS RELATOS sí, así como leéis. Como algunos ya sabréis tengo un blog especifico para mis relatos, pero este he querido compartirlo con vosotros, ya que lo escribí para un trabajo de clase. [Si queréis pasaros por el blog de relatos, click aquí]
Sinceramente, desde mi punto de vista el relato es un poco ''ñoño'' pero tenía que ir sobre esa temática  y no podía hacer otra cosa. Así que nada, espero que os guste.
Un beso.


Secretos en llamas.
Poco antes de coger el avión, dos jóvenes ni se imaginaban que se morían el uno por el otro. Quizá sea irónico, pero cuando eres joven, cuando nada que esté en tu cabeza está ordenado, todo puede ser. Y es que dicen que los amores así, los primeros, los más locos e incluso diría que los que vienen de forma más rara son los que se quedan para siempre en tu memoria.
Mas me hubiese gustado enlazar esta historia a una historia típica de cuento de hadascon príncipes azules, princesas, brujas malvadas… pero me centraré solo en relatar una historia que he escuchado desde bien pequeña, y es la que más recuerdo desde que tengo uso de razón.
Una vez alguien me contó que si escribes un secreto, o un deseo en un papel y lo quemas, se cumple. Más tarde comprobé que así es, y quizá es cuando enlazo ahora lo del cuento de hadas, y quizá estaréis pensando que eso solo pasa en las películas o libros, que solo ocurre en algo que proviene directamente de la imaginación…
Mi nombre es Elizabeth y puede que yo naciese de un secreto en llamas.

Todo empezó con un viaje de fin de curso. Un joven de ojos marrones como la tierra recién mojada que vestía con un abrigo negro miraba al horizonte después de haber consumido el último cigarro que le quedaba. Desde la azotea del hotel se veía toda la ciudad de Londres desde una dimensión que David desconocía. La noche yacía sobre la ciudad y el frío aumentaba con el paso de los segundos. El cigarro se consumía en el suelo, a punto de caer edificio abajo ya que el viento iba empujándolo poco a poco.
¿Precioso verdad? - dijo una femenina voz detrás del chico. Éste no apartó la mirada del horizonte.
- Vaya... - susurró - Hola vecinita. ¿Tú también por aquí? – dijo David sin ni siquiera mirarla.
- Desde que llegamos, bueno... suelo subir a pensar… - la chica se puso a su lado y su mano rozó la de él haciendo que sintiese un escalofrío.  – Intuyo - continuó ella – que estás aquí porque no te entusiasma demasiado estar ahí abajo con todos, ¿no es así? - ¿Vienes a pensar sin el señor Gonzalo? - David interpretó la frase como con cierto rencor y miró a la chica. Luego añadió – Y bueno, no me entusiasma demasiado estar aquí, en general… pero pierdo clase y es lo que importa. – Se centró en contemplar el Big Ben, que se veía a lo lejos.
-¿Qué? No voy a preguntar por qué añades ''señor'' las pocas veces que hablamos de él... ya hace cuatro meses, deberías estar acostumbrado. – El viento golpeó el viento pelirrojo de la chica y ésta se arregló en cuanto pudo. A David se le escapó una traviesa risita.
Emma, la chica se llamaba Emma. Ambos se conocían desde hacía bastante tiempo y hubo un tiempo en el que, la verdad, David y ella se soportaban la mayoría del tiempo, aunque ahora desde el verano… era como si se odiasen de vez en cuando. Gonzalo era hasta la fecha, el mejor amigo de David y el novio de Emma. Pero cuando ella estaba junto a David era como si Gonzalo no fuese nada para él, cosa que obviamente a ella le costaba entender, pero nunca le había llegado a preguntar, porque tampoco sabía hasta que punto le importaba lo que pensara David. >- No soporto que te dejase aquella vez… - las palabras se las llevó el viento y Emma a penas pudo escucharlo. David pensó que ella había ignorado el comentario así que decidió que era mejor cambiar un poco el rumbo de la conversación. - ¿Y qué sueles hacer aquí entonces? – La miró de reojo y ella miró al suelo y suspiró.
- Me gusta contarle a Londres mis secretos, mis sueños... porque aún que te parezca increíble que viniendo de mi tenga secretos, es cierto... algunos tengo. -vaciló.  -¿Contarle los sueños a Londres? ¿Qué se supone que es esa tontería, te pones a hablar sola? Realmente curioso… – La miró y ambos sonrieron.
Emma había creído siempre que David le importaba bien poco, era el típico ‘amigo del novio’ chulo, y creído, el que le importa más su físico que una chica, pero a veces le gustaba estar con él, se reía y le hacía estar en otro mundo, le hacía de algún modo sentirse ella misma. Quería a Gonzalo estaba claro, pero ella siempre había estado segura de que no estaba enamorada de él, pero por más que intentaba dejarle, aun escuchando todo lo que sus amigos le decían a cerca de que ‘él no sentía nada por ella’ y demás, ella era incapaz, pensaba que se sentiría incompleta si le dejaba. Que le faltaría algo.
Gonzalo era una persona que se cerraba demasiado en sí mismo, no compartía sus sentimientos, ni siquiera con Emma, que era la chica con la que estaba saliendo. Y esto, justamente es lo que hacía que ella se sintiese mal y necesitase unos momentos a solas para pensar. Siempre se planteaba porque estaba con él, si ni siquiera sabía si él la quería y si no era así, ni sabía porque estaba con ella…
- Escribo en un papel un secreto... – continuó después de guardar silencio unos minutos. - y lo quemo. Antes de que se consuma lo lanzo para que vuele por toda la ciudad. La verdad, me siento más aliviada. Además dicen que puede que lo que hayas escrito en ese papel se cumpla… no creo demasiado en ello, pero es lo que dicen. - Emma miró a David y él le devolvió la mirada. Sus ojos se encontraron. Emma vio algo diferente en la mirada del chico, nunca había visto una mirada tan sincera viniendo de él. David le sonrió. - El secreto que le conté ayer a la ciudad es que siento que estoy haciendo algo mal… algo que tengo muy claro, pero no puedo detenerlo porque no me imagino una vida sin ese algo digamos que me da miedo ver mi vida sin lo que la guía. - le dio la espalda al joven y avanzó hasta la orilla de la azotea. – Y ahora, tengo sentimientos contradictorios… demasiado contradictorios, de hecho. Odio ser adolescente… tanto que a veces me entran ganas de... – se quedó justo en el borde de la azotea y echó una mirada hacia abajo, como si fuese a precipitarse edificio abajo, cuando de repente las manos del chico rodearon su cintura y la agarraron con fuerza. – Aún que sería una tontería… - dijo en tono burlesco. - ¿de verdad pensabas que iba a…? – Se dio la vuelta e hizo que David retirara sus manos de la cintura.
- Estás loca, eres capaz de hacer cualquier cosa… - el chico se puso de nuevo a su lado un poco avergonzado por lo que acababa de ocurrir.
- Antes de suicidarme, creo que te lanzaba a ti por ahí. – Miró hacia abajo –  Parece una buena caída. - se puso una mano en la frente y comenzó a reírse. El chico suspiró y luego reflejó una tímida sonrisa.
- Entonces… ese algo que estás haciendo mal es, digamos… ¿Gonzalo? No sé, os he visto discutir muchas veces porque él nunca ha querido decirte si te quiere… o que siente por ti… - He intentado responderme todas las preguntas que me hago, respecto a eso… pero creo que incluso tú que eres su mejor amigo, no sabrías responderlas. - Él es así. - Es así, y cada día siento que le quiero menos o que pierdo la ilusión de estar con él, y  que hay otra persona, bueno la verdad no sé si sería más feliz con esa otra persona, pero aún así no le dejo David, soy incapaz. No puedo…  pero sé que que hayotra persona, pero no es amor, al menos todavía no lo es. Puede que sea más odio que amor, sé que las mariposas que siento, los temblores, el ponerme nerviosa... todo es por un sentimiento que yo todavía desconozco. – Emma le miró, la estaba escuchando, pero él miraba al frente, dejaba que la brisa le golpeara el rostro sin apenas mover un músculo.
- ¿Gonzalo lo sabe? - dijo David colocando sus manos en los bolsillos del abrigo. – Digo, como aparentemente os lo contáis todo… - ¿Gonzalo...? No. - Unos segundos de silencio invadieron aquella fría noche de verano. - Deberías probarlo… - comenzó Emma – Digo, que si algún secreto o algún sueño te ronda por la cabeza... te sentirás mejor si haces lo que yo hago, cuéntaselo a la ciudad que nunca te va a fallar. - La chica se quiso marchar sin que él dijese nada, pero antes de eso le dio un papel arrugado. - Escribí dos papeles, con el mismo secreto. Supongo que después de esta conversación puedo confiarte el secreto que le confié el primer día que llegamos al viento… - el chico no entendió aquello y ella se fue sin decir nada.  Cuando David abrió el papel, simplemente ponía: Gonzalo no. David sí. ¿Porqué David? ¿Porqué él?
La noche fue dura para ambos. Emma tenía sus dudas, ¿realmente le había contado todo aquello a David? Y por supuesto, David era incapaz de ordenar sus prioridades, se preguntaba por qué había ido por la noche a la azotea, si en realidad él vivía sin preocupaciones, y que significaba todo aquello que le había contado Emma, el papel… es más; qué significaba todo eso para él. Todo eso que ni siquiera entendía. 
Al día siguiente, tocaba excursión por toda la ciudad; el palacio de Buckingham. 
- Eh Emma. - gritó Gonzalo desde la otra punta.  - Hey... hola. - dijo ella sin mucho entusiasmo, seguía dándole vueltas a lo ocurrido la noche anterior. Gonzalo le guiñó un ojo y ella sonrió. Justo en el momento en el que Emma sonrió, David apareció y miró a la chica con cierto rencor, como dolido. Ella le miró fijamente y no dijo nada.  - ¿Te quita el sueño verdad? - dijo Gonzalo sobresaltando a la joven.  - ¿Qué? ¿Qué tonterías dices? – ella se acercó y se abrazó a él. Éste la rechazó. - Tienes los ojos rojos, de no dormir e intuyo a que te duele la cabeza por haber estado pensando toda la noche. – Gonzalo entornó los ojos. - No nos caemos demasiado bien, lo sabes desde siempre. – respondió rápidamente ella. - Mi mejor amigo... y tu bueno, la chica a la que conozco profundamente. No tengas miedo en contarme las cosas, estoy aquí para ayudarte. Pero sinceramente... ¿porqué no os decís que estáis locos el uno por el otro? 
-¿¡QUÉ!? Vamos Gonzalo... no... Yo estoy contigo… - ella se calló al ver cómo le miraba él. Una mirada sincera, dándole a entender que lo sabía, que sabía que ella hacía tiempo que no sentía lo mismo por él. Emma se calló y no dijo nada más.  - Es más. Primero: a él le conozco, desde que éramos así. – hizo un gesto con la mano indicando la estatura de un niño de tres o cuatro años y continuó. - Segundo, tampoco ha dormido, sé cuando está cansado y cuando no. Tercero, tiene las manos cortadas, por el frío, de modo que se ha pasado la noche en la azotea. En la azotea dónde vas tú cada noche a pensar desde que hemos llegado… ¿verdad? Lleva un papel en la mano, su secreto, él que no ha quemado. Ese truco que consistía en contarle al viento tus problemas. El que tu le explicaste que intentara hacer, que se sentiría mejor. Tú, en cambio no has dormido, porqué te has pasado la noche pensando, pensando qué sientes por él. ¿Qué como lo sé? Os conozco demasiado a los dos. – Sus ojos azules se clavaron en los ojos color Coca-Cola de Emma y la intentó acariciar pero la chica apartó la cara hacia un lado.  - ¡Vaya! – Exclamó - Ahora el pequeño Gonza sabe leer la mirada... que genialidad o es más bien una… ¿locura? Es increíble el modo en el que a veces coinciden esos dos conceptos. - el chico la miró. - Creo que… bueno, te echaré de menos. – Gonzalo se fue dejando a Emma con miles de preguntas por brotarle de la boca.  Emma no entendió nada así que se dio la vuelta. Tenía delante de ella a David. Su corazón comenzó a latir con fuerza… todo se le volvió a mezclar y hasta incluso diría que estuvo unos segundos sin habla. Se fijó en el detalle de las manos cortadas por el frío, que hacía apenas unos minutos había mencionado Gonzalo.
- Tus… - tartamudeó – tus manos…  - Si... - comenzó el chico.  Sonrió y miró al suelo mientras se acariciaba las manos. - te sientes más aliviado... pero sigo viéndolo una tontería - bromeó. Ambos sonrieron. - Toma, aquí tienes mi secreto. Supongo que te lo debo, me contaste el tuyo… - la miró a los ojos y abrió su mano poniendo el papel en ella y todo se detuvo. El frío de la noche anterior penetró en sus cuerpos y ambos observaron cómo sus dedos se entrelazaban, como todo lo que no habían entendido una vez, llegaba a ellos tan rápido como la luz del sol llega a la tierra. El chico cerró de nuevo la mano de Emma con sumo cuidado y se alejó. Ella abrió el papel con miedo. En el que estaba escrito, con letra perfecta; Emma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias a todos los que os tomáis un momento para leer el blog y comentar.
Espero que disfrutéis tanto del blog como yo disfruto de él ♥